martes, 15 de junio de 2010

UN MISTERIO LLAMADO FÚTBOL....

En estos días en que el fútbol está tan en boca de todos, días donde la gente se vuelve loca con su selección, días donde todos se lanzan a las calles a comprar camisetas con las que animar o días en los que la gente, sin el menor ridículo posible, se pintan las banderitas en la cara orgullosos de su colores….

Todo esto me hace pensar, como persona a la que no le gusta el fútbol, persona que no entiende en la primacía del fútbol sobre otros deportes, que el fútbol se ha convertido hoy en día en algo más que un simple deporte, un fenómeno que mueve masas y despierta pasiones, una forma de vida, un sentimiento que a lo mejor no entendemos aquellos que pasamos del fútbol, que nos aburre, que no somos capaces de comprender…

Hoy me gustaría compartir con todos vosotros el último artículo de Antonio Gómez Rufo acerca de esto mismo, un artículo muy interesante que os va a encantar tanto a los que amáis este deporte como a los que como yo, pasamos de él.

Un artículo para reflexionar sobre este deporte que mueve al igual sentimientos y pasiones como dinero…

Espero que os guste y….BUEN PARTIDO!!!



Y decían que era sólo un juego
Fútbol: la metáfora perfecta de nuestro tiempo
Texto Antonio Gómez Rufo Escritor


Antonio Gómez Rufo se pregunta por qué se ha universalizado el fútbol hasta terminar por considerarse como algo más que un simple juego. Decían que sólo era un juego, y el autor argumenta que no es así.

El fútbol, que nació como juego recreativo, ha alcanzado una dimensión sólo comparable a la música o, en otro orden de cosas, a la guerra. Actividades humanas, en fin, cuyas peripecias son seguidas por los habitantes de los cinco continentes con un instinto muy similar, por diferentes que sean sus pautas culturales, modos de pensar y creencias. Un fenómeno así tiene poca explicación, aunque se hayan dado muchas. Pero de algo no cabe dudar: si Sócrates, Kant, Hegel o Engels vivieran en nuestros días, estudiarían los dos fenómenos de masas más universales: la televisión y el fútbol. Reflexionar sobre ello, por lo tanto, no es oficio de mentecatos ni de ignorantes, como queda bien expresar en esos círculos intelectuales tan pasados de moda, sino una obligación más de cualquier pensador de nuestro tiempo que no viva al margen de la sociedad.

El fútbol es un juego, como un juego es también el ajedrez. Pero su trascendencia es mucho mayor. Y el ejemplo del ajedrez no es casual. Cualquiera que entienda las características del juego del fútbol comprenderá que tiene tanto de táctica como de estrategia, de anticipación como de percepción, de matemáticas como de física. En el ajedrez se ganan las partidas con la captura del rey; en el fútbol, con la posesión de la dama en lance. En ambos casos metafóricamente, claro: ni se derroca reino alguno ni se posee a ninguna dama en el fútbol. Pero algo de ello hay en la memoria inconsciente ancestral del hombre (sobre todo del hombre) para que uno y otro sean juegos de conquista en los que se pone la honra como si de verdad se la jugaran.

Luego volveremos sobre ello. Pero, por ahora, conviene anteponer a cualquier otra afirmación dos realidades difícilmente rebatibles. La primera es que todos los españoles son seguidores del Real Madrid. La segunda es que, cuando se habla de fútbol en nuestro país, es imposible hacerlo con solvencia si no figura el Real Madrid como punto de referencia intelectual. Y antes de que los lobos comiencen a aullar y estas líneas a engrosar el abultado revoltijo de restos echados a la papelera, aclararé las dos afirmaciones anteriores.

Decía que en toda España, además de otros muchos lugares, todo el mundo es del Real Madrid. Da igual que hablemos de andaluces, castellanos, vascos, gallegos, catalanes, murcianos o naturales de Peñagranda de Bracamonte. Todos son (somos) seguidores del Real Madrid. El único matiz, anecdótico, es que unos son madridistas y otros antimadridistas. Al Madrid se le puede venerar, admirar, odiar o aborrecer, pero la única verdad es que no deja indiferente a nadie (y menos que nadie a los que alzan la voz para asegurar que a ellos sí). Miles de hechos lo corroboran, y lo más significativo es que si un periódico deportivo de Barcelona da noticia de una derrota futbolística del Barça, no se abstendrá nunca de subtitularla con el hecho de que el Madrid ha perdido también (en el caso de ser así), como si ello fuera un bálsamo. ¡Y es que lo es! Sin embargo, pocas veces se acepta que los seguidores del Real Madrid no somos antibarcelonistas, ni antiatléticos, ni anti-ningún equipo. En el mejor de los casos (nada infrecuente) a quien criticamos con razón o sin ella es a nuestro propio equipo, de quien tanto esperamos (por quererlo tanto) que no tenemos ojos para nadie más. Y si los tenemos, como se ha demostrado mil veces, es para aplaudir el buen juego del rival. Muchos equipos contrarios han salido ovacionados del estadio Bernabeu, incluido ese “eterno rival” que es el Barcelona. ¿Es imaginable algo así en el Camp Nou? No, porque el Madrid no tiene enemigos, sólo rivales deportivos.

De todos modos, a nadie debería extrañar cuanto se ha dicho hasta ahora. La realidad es tozuda y sea cual sea la interpretación histórica, los hechos y los títulos nos dicen que el Real Madrid es el mejor club de fútbol del mundo. Con sus épocas buenas y malas, como es natural en la vida de cualquier ser o entidad, pero el balance es irrebatible: el mejor club de fútbol de la historia del fútbol.

La segunda afirmación es tan indiscutible desde el punto de vista argumental como la primera. Si al pensar en París se nos viene a la cabeza la Torre Eiffel; si al pensar en Valencia, las Fallas; si al pensar en Burgos, el queso; si al pensar en Sicilia, la mafia; si al pensar en Manhattan, Woody Allen, y si al pensar en Madrid, las obras, al pensar en fútbol lo primero que se nos viene a la cabeza es el Real Madrid. Cualquier discusión sobre aspectos futbolísticos tiene una referencia intelectual, antes o después: el Madrid. Puede que sea porque los medios de comunicación airean cualquier insignificancia sobre el club como si de verdad tuviera interés o importancia; pero el caso es que es así, de modo que un gol anulado, un penalti, un cambio de entrenador o un campeonato se juzga y valora dependiendo de la implicación que tenga el Madrid en ello o en un caso similar. Y eso a pesar de que la mayoría de los medios entran a formar parte de ese núcleo de seguidores del Real Madrid a quienes podría clasificarse de antimadridistas. Pero las audiencias son las audiencias, el mercado es el mercado y, para sostener niveles de interés, el Madrid es elemento insustituible. Y si lo es, por algo será.

No cabe argumentar que el Real Madrid fue el equipo del régimen franquista, como si el hecho de que el Atlético de Madrid fuera el equipo de la Aviación Española o el Barcelona el equipo de la burguesía catalana más protegida por el franquismo facilitaran los éxitos en todos y cada uno de los países del mundo, al margen de cualquier componente ideológico. Y si se acepta semejante memez, una verdadera aberración para la inteligencia, tendríamos que concluir que el Barcelona del pasado año ganó tres títulos porque el presidente del Gobierno de España es hincha del equipo azulgrana. Una cosa es que se produzcan favoritismos esporádicos (como no clausurar nunca el Camp Nou a pesar de ser suspendido por el Comité de Competición), o que se pasen por alto algunas acciones (como demostrar a Di Stefano que su equipo era el Madrid, que no le confundieran; como han hecho con el albaceteño Iniesta). Pero nada distinto del juego y de la regularidad (y también del dinero, naturalmente) han hecho la historia de ningún club.

Y una vez aclaradas las dos afirmaciones principales que debían ser consideradas, queda reflexionar por qué se ha universalizado el fútbol hasta terminar por considerarse como algo más que un simple juego. Porque decían que sólo era un juego y no es así. Primero conviene conocer la definición que hizo del fútbol el inolvidable alcalde de Madrid, el profesor don Enrique Tierno Galván, en su bando municipal de fecha 11 de junio de 1982, con motivo de aquel Campeonato Mundial: “Football, expresión anglicana que en nuestro común castellano equivale a que once diestros y aventajados atletas compitan en el esfuerzo de impulsar con los pies y la cabeza una bola elástica, con el afán, a veces desmesurado, de introducirla en el lugar solícitamente guardado por otra cuadrilla de once atletas, y viceversa”. Lo que sabía el profesor y alcalde era, expresado sarcásticamente, que el juego consiste en penetrar la virginidad de una abertura que es celosamente guardada por los defensores de su honra y honor, quienes a su vez pretenden idéntica acción con la abertura opuesta. ¿Simbología sexual? Puede que sí. Y tal vez sea ello lo que ha hecho universal un juego que no es sólo un juego, sino un acto de conquista por la fuerza o de seducción por el arte. Porque el fútbol parece ser industria, pero también es comercio y, en ciertos momentos, arte. Y si además es el honor colectivo lo que se subasta sobre el tapete, la explicación se vuelve comprensible.

Primavera (abril - junio 2010)

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