domingo, 28 de junio de 2009

LECTURA DE LA BODA DE ROCÍO Y CARLOS.


Hay días que pasan sin pena ni gloria, con las preocupaciones y las angustias propias y ajenas de esta cultura que nos hace correr hacia el futuro y el éxito, hacia la supuesta responsabilidad y madurez. Hay días en que el sol no termina de salir, en que los pies son más pesados y las calles cuesta arriba. Hay días en los que uno no está a gusto en su propia piel, esa que jamás podremos cambiar. Hay días que cuestan. Pero son días que pasan, días fugaces que raras veces quedan en el recuerdo. ¿Verdad Rocío y Carlos?

Pero de pronto amanece un día de sol, radiante, con luz, nitidez, brillante e intenso. Donde todo cobra sentido, donde sabemos quienes somos y lo que realmente queremos. Días de paz, de gloria, de mirar arriba, abajo, al frente, detrás, donde todo está en su sitio, días de ser, estar, pero jamás desaparecer.

Hoy es un día de esos. Hoy sé más que nunca cuanto os amáis. Hoy sé apreciar lo afortunados que sois de habeos encontrado, habeos reconocido y habeos enamorado. Hoy todos sonreímos aunque nadie nos esté viendo, hoy estamos viviendo unos momentos muy importantes para ambos y lo estamos haciendo todos juntos y eso nos llena inmensamente.

No recuerdo mi vida sin Rocío. Siempre ha estado ahí, a mi lado, caminando, a veces más despacio, otras velozmente. Como hoy, que decidió salir corriendo al encuentro de Carlos.

Muchos ya sabéis que el día que nos dieron la sorpresa de la boda, hace casi un año, yo comencé a llorar en silencio, debo confesar que con una emoción mezclada de pena, sorpresa, alegría, miedo y esperanza.

Me explico…

Por un lado sentí pena, pena porque pensé que me quedaba un poquito más solo.
Rocío es la persona que mejor me entiende en este mundo, la que creció conmigo, la que peleó conmigo, la que luchó por el mismo espacio, por los mismos afectos, por los mismos juguetes. Aquella que pronunció “Santi, tranquilo, tranquilo Santi” mientras yo corría preocupado al verla caer por unas escaleras interminables. La misma que recogió mis pedacitos en momentos difíciles y me cuidó en su casa.

Pero también sentí alegría porque Rocío es más Rocío con Carlos. Más alegre, más linda, más juguetona, más pizpireta. Tiene esa luz que todos buscamos cuando anhelamos compartir la vida y los sueños.

Aunque no sería sincero si no dijera que también sentí miedo, por la incertidumbre, por el riesgo que supone el amor, por la apuesta que uno hace cuando pone su nombre escrito junto al del compañero. Pero como dice Mario Benedetti: “no te salves, no te quedes inmóvil al borde del camino, no congeles el júbilo, no quieras con desgana”
El amor es un sentimiento que aúna el fatalismo, la soledad y la tragedia; pero también el más hermoso de los paraísos. Ese paraíso en el que habitáis desde hace dos años.

Pero, ¿sabéis?, lo que más sentí fue sorpresa, porque Rocío sigue siendo esa niña que no escuchaba cuando jugaba porque estaba lejos, en sus mundos mágicos y brillantes. Sigue teniendo esa mirada inocente, pícara y dulce. Y hoy, a sus 30 años, sigue sorprendiéndome que sea una mujer, recién casada.

No quiero alargarme mucho, solo decirte que sé que estás a mi lado, siempre, y me siento muy afortunado por ello, ¡que gran valor el de la amistad! Te quiero tanto, Rocío. Recuerda siempre que eres mi amiga, mi gran amiga, casi mi hermana, y de las pocas cosas que sé con certeza, está la de que siempre será así. Hoy no pierdo una amiga sino que gano un amigo.

Os deseo, Rocío y Carlos, millones de días como éste, en rojo, en azul, en verde, en amarillo. Días de dos y, sobre todo, días que os acerquen imparablemente hacia la felicidad.


QUE SEAIS MUY FELICES!!!!!!

1 comentario:

Ana dijo...

Rocío, Carlos... mi ¡¡Enhorabuena!! (desde esta ventana)

Disfrutar del camino que comenzáis a andar uno al lado del otro, siendo ya sólo uno...